Amaneces ocre bella sultana,
con débiles brillos a la distancia,
sobre tí graciosa constancia,
mi brisa acariciando tu rostro,
con olor a eucaliptos en su rastro,
o los cipreses allá en lo alto,
con tus aguas a chorros y claras,
mis pies sobre tus blandos pastos,
senderos continuos de niebla copados,
convertirme en peregrina de tus caminos,
siempre lleno mi aire con tu vida,
acortar esta distancia desde mi atalaya,
una y otra vez mientras aclaras,
cuidando la gran ciudad en el silencio,
aquel de trasnochados amantes,
o te contemplan tantos solitarios,
trabajadores raudos te saludan temprano,
pintando finos brillos de madrugada,
tú en simbiosis con tu montaña,
yo abrazándote al atardecer y al alba.
Rocío Chalco Vargas
Maracaibo, Venezuela
Foto: Jorge Stever, El Avila y la Sultana