La cigarra no olvida su canto,
ni hay sentido de caminar en el bosque,
delicadas ellas son alegría del aire,
cúbreme de aroma a romero en verano,
percibo pinos, cipreses y álamos,
sueño entre sedas en vano,
la brisa desplazando el invierno,
de un alma extraviada en la noche,
quiero ser tu doncella encantada,
iluminas mi amor descuidado,
con palabras que salen del alma,
huidizo tu corazón me llama,
oigo penetrante sutil sinfonía,
un piano…, los violines entre los árboles,
a lo lejos suaves notas de un saxo,
deseo morir al ritmo de tu pecho,
converges ahí catarata ruidosa,
entre agitado respiro y mis sienes,
mientras la luna nos ilumina,
un escenario de estrellas nos baila,
incrédulas nos miran anonadadas,
porque no hay más poesía sobre ellas,
ni mejor música para mi alma,
el sentir tus latidos volcados,
sobre la vibración azul de mis besos.
Rocío Chalco Vargas
Maracaibo, Venezuela
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